Reseña de Fernando García Moggia para Revista Saranchá
No sé si por vicio vocacional o qué, pero quienes nos dedicamos a pergeñar versos y, en alguna ocasión de nuestras vidas, nos imbuimos con igual pasión en la práctica de un arte marcial, solemos establecer un paralelismo entre nuestro oficio y el arte marcial en cuestión. Sospecho que a quienes se dedican a actividades más onerosas como los negocios o la política les debe ocurrir algo parecido, aunque con el sello opuesto: negocios, política y artes marciales se hermanan en la pasión por la victoria. La poesía, en cambio, está marcada por ese emblema a ratos melancólico a ratos liberador llamado derrota, y quienes nos dedicamos a esto lo damos (o deberíamos dar) por sentado. Llegamos al poema por una derrota en la vida, una derrota existencial, y acabamos derrotados una y otra vez ante el lenguaje. Al registro de esa batalla perdida lo llamamos poema. El arte marcial no solo nos enseña a pelear esa y otras batallas con un poco más de dignidad, sino también a asumir los rigores de un mundo esencialmente hostil en el que el yo no es más que una ilusión barata.
Todo esto llegué a pensar hace unos años luego de que, con una caña de bambú, mi instructor de kung-fu me golpeara repetidas veces en los codos mientras fracasaba en mi enésima serie de flexiones de brazo.
Sospecho que Aixa también habrá encontrado una afinidad de este tipo con la práctica de la espada que propone Miyamoto Musashi en El libro de los cinco anillos (1641), porque Godai se fundamenta en una rica y productiva analogía con el libro de Musashi. En primer lugar, y de manera tal vez más evidente, la analogía entre ambos libros opera a un nivel arquitectónico: Godai, título que hace referencia a la doctrina de los cinco elementos de la que se sirve Musashi, está estructurado a modo de secciones o "manuscritos" a partir de los mismos cinco elementos: la Tierra, el Agua, el Fuego, el Aire y, finalmente, el Vacío, que como sabemos es el pilar filosófico del budismo en sus distintas vertientes. El reto, pues, no es menor, porque plantear un orden poético sobre la base de un sistema filosófico es siempre un desafío que exige altas cuotas de comprensión y creatividad, y doy fe que Godai, de Aixa, sale airoso de la batalla.
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